REPORTAJES: PUTAS DESDE LA ILUSTRACIÓN A LA DEMOCRACIA


REPORTAJES:
PUTAS DESDE LA ILUSTRACIÓN A LA DEMOCRACIA

PUTAS DESDE LA ILUSTRACIÓN A LA DEMOCRACIA

Joaquina García de Fagoaga es catedrática y autora de “Putas de España” editado por Ediciones Irreverentes. Publicó este artículo en el diario El Mundo

A principios del siglo XVIII, en Londres una de cada quince mujeres era puta. En París se calcula que había una por cada dieciséis o diecisiete mujeres. A no dudarlo, aquellas eran las obligadas capitales de lo que aún hoy se llama la disciplina inglesa y de lo que también se conoce por hacer un francés. La católica España de Franco asombraba al mundo regulando la prostitución y se reconocía oficialmente que a comienzos de los años 40, una de cada 25 mujeres que vivían en Madrid ejercían la prostitución, obligadas, en gran medida, por el hambre reinante.

La prostitución siempre ha fascinado y/o repugnado a los hombres y ha generado su propia y extensa literatura, desde las poesías de Quevedo o Moratín hasta “La ramera Elisa” de Edmund de Goncourt o las novelas licenciosas del siglo XX que acabaron convertidas en películas de gran éxito. Nadie reconoce públicamente haber utilizado los servicios de prostitutas, pero deben tener clientes… o al menos es lo que se piensa al ver docenas de coches aparcados junto a ciertos “clubes de carretera”.

Curas, putas y poetas

Putas de España

Según el ilustrado Moratín, corría el rumor de que de todas las órdenes religiosas, los jerónimos eran los “mejor dotados” y más vigorosos. Samaniego, buen entendido en fábulas y prostitutas, relata en su “Jardín de Venus”, la confesión de una puta con un fraile carmelita. La profesional del sexo se arrepentía circunstancialmente de sus contactos con otro fraile cuya filiación ignoraba, pero que decía le había tirado “trece cañonazos con bala”. A ello respondía el compungido confesor que “...de once, sí, ya los tiene nuestra orden, cuando alguno se esfuerza, pero trece, jerónimo es por fuerza.”

Muchos hombres actuales debieran aprender de los jerónimos de entonces. Y es que aquellos santos varones eran hombres muy machos “...la de las fuerzas genitales, en que son los jerónimos bestiales.” No nos engañemos; quienes querían vivir de su intelecto y dedicarse al estudio, poco camino tenían más que la Iglesia, por lo que se convertían en sacerdotes hombres sin fe, pero que hoy consideraríamos intelectuales. No se les podía exigir, pues, la castidad.

Y es que, como tenía claro Moratín, la prostitución era un mal menor en una sociedad necesitada de expansiones. O eran putas las profesionales, o lo serían todas las mujeres: “...Facilitando hacia el burdel el paso, cerrarás las alcobas conyugales y las más de purezas virginales.” En cuanto a desgracias por fornicar con curas, pocas como la de la pura apodada la Chiquita, “..a quien el padre Angulo le pegó purgaciones por el culo.”

Los curas eran buenos degustadores y preferían las vírgenes, con lo cual nació la picaresca; a las más jóvenes se le “remendaba” el virgo con cal, clara de huevo y otras drogas, para indudablemente venderlo como nuevo.

Se quejaba una copla popular: “Tanto cura, tanto cura, tanto puñetero fraile, tanta monja de clausura, tanto chiquillo sin padre. (Anónimo, finales del s. XVIII), pero, ¿quiere alguien criticar a los curas? ¿Esas mismas personas criticarían a los más destacados escritores del romanticismo? Lord Byron quedó prendado de una puta gaditana, de nombre Inés, como la monja de don Juan. Inés debió era una mujer risueña, y su modo de bromear con la tristeza del inglés cuando se despide de ella es el inicio del poema que el lord le dedica: “No sonrías ante mi adusta frente, que yo no sé ya cómo se sonríe...”

Otro personaje de postín, Luis II de Baviera, quedó absolutamente encoñado con una tal Lola Montes, parece ser que gracias a las prodigiosas habilidades amatorias de esta cazadora a lo filipino del siglo XIX, también ella experta en capturar talentos adinerados.

Teófilo Gautier era un gran admirador de la puta hispana, al igual que Prosper Merimé, quien escribió “Carmen” y otras narraciones gracias a sus conocimientos de campo del “modus operandi” de la putas andaluzas, quienes le dejaron profunda huella. Y Alejandro Dumas, gran pecador también, llamaba princesas a las putas andaluzas. Hubo, incluso una puta española que se convirtió en reina de un exótico país asiático gracias a sus habilidades… Nada nuevo hay, pues, sobre la faz de la tierra.

Las putas en tiempos de Franco
En noviembre de 1941 se decretaba la reorganización del Patronato de Protección a la Mujer y la creación de establecimientos para regeneración de mujeres extraviadas, que venía a sumarse a los centros religiosos ya existentes, los cuales todos habían cobrado nuevo vigor con el franquismo. La finalidad de aquellas organizaciones era “...la significación moral de la mujer, especialmente las jóvenes, para impedir su explotación, apartándolas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica.”

Es de pensar que todas las asociaciones estatales y religiosas para encarrilar de nuevo a las jóvenes perdidas tuvieron mucho trabajo tras la guerra, ya que, como decía don Julio Caro Baroja, la estadística objetiva es la mejor arma para discutir contra argumentos demasiado sentimentales. Y las estadísticas eran duras. Solo en cuanto a locales, había 1.140 prostíbulos censados oficialmente en España, y se sabía de muchos más que no aparecían en los papeles, así como gran número de mujeres que ejercía por libre.

A principios de los años cuarenta, en un Madrid de poco más de un millón de habitantes, había fichadas cerca de veinte mil mujeres que ejercían la profesión; 1 de cada 25 mujeres era puta. Existe un censo de prostíbulos publicado en 1943 en el que, sin razón aparente, no figura Madrid, que debía ser sin duda la que más tenía, pero aparecen ciudades como Barcelona, que tenía registrados 104 burdeles “oficiales”. Córdoba gozaba de 45; Granada de ochenta y tres, Sevilla, nada menos que 116. Málaga y su puerto disponían de 113; Zaragoza, 47; Salamanca, pequeña pero llena de estudiantes, 25; Bilbao, 45; la Coruña, 44, y la huertana Murcia, 30. Es curioso señalar que la gran Barcelona tuviera menos prostíbulos que Sevilla o Málaga, quizá sea debido al calor del sur, que incita las pasiones, o quizá a que los hábiles catalanes supieron disfrazas los burdeles de empresas dedicadas a cualquier extraño negocio.

¿Quiénes eran los más castos? Las capitales a la cola de la lista eran Guadalajara y Soria, que solo tenían 2 burdeles reconocidos cada una. Y peor aún estaban los hombres de Teruel y Oviedo, donde sólo figuraba un prostíbulo en cada ciudad, lo cual no sorprende demasiado en la reducida urbe aragonesa, pero asombra muchísimo en la industrial y minera ciudad asturiana. Con las leyes antiprostitución ocurría en España algo así como con las antiguas leyes contra las mancebías, y era que no sólo resultaban ineficaces, sino que su reiteración era muestra de que el problema seguía siendo peliagudo.


Putas en la España actual y legislación europea

Aunque pueda parecer extraño, no hay datos oficiales ni en el Ministerios de Asuntos Sociales ni en el Instituto de la Mujer sobre el número de prostitutas que ejercen en la actualidad en España, ni siquiera hay valoraciones. Ello es debido a que no hay una regulación del trabajo de estas mujeres y no están dadas necesariamente de alta en la Seguridad Social (detalle que la Democracia debería aprender de la República y del Franquismo). Por otra parte, no hay un Impuesto de Actividades Económicas (IAE) bajo el epígrafe “prostitución”, por lo que si alguna ha tenido a bien registrarse en el IAE puede haberlo hecho como artista, por poner un ejemplo.

Lo que sí es cierto es el crecimiento espectacular de webs que informan en Internet de la situación a la que se ven sometidas muchas mujeres sub-saharianas, iberoamericanas y de países del antiguo bloque del Este, ofreciendo en algunos casos incluso la posibilidad de efectuar denuncias que las webs se ofrecen a cursar a las autoridades competentes.

Algunas estimaciones, en ningún caso oficiales, apuntan a que puede haber en España más de 200.000 prostitutas, contando las que se dedican en exclusividad a esta ocupación y quienes lo hacen de forma esporádica, dato etéreo que sólo podrá ser confirmado cuando las autoridades políticas decidan asumir la realidad y, ya que no parece posible acabar con la prostitución, acometan la legalización y creación de una normativa reguladora de tan viejo oficio. Un ejemplo lo tenemos, tras la caída del socialismo de Estado, en la República Checa, donde cerca de diez mil putas se dieron de alta en la Seguridad Social de aquel país en 1993, como empresas familiares, para estar a bien con las leyes y aportar una cantidad mensual que les permitiese una jubilación decorosa llegado el momento

En España, y por hablar de las últimas medidas legales al respecto, la Comunidad Catalana ha sido por ahora la única que, en julio de 2002, ha aprobado un decreto que regula los “locales de alterne”, aunque bien es cierto que a nivel municipal; el ayuntamiento bilbaíno ya había publicado en 1998 una ordenanza regulando el horario de dicha actividad, la ubicación de los lugares, las exigencias higiénicas de los mismos y el uso obligatorio en ellos de preservativos homologados. Como era de esperar, ambos decretos, el local y el autonómico, han encontrado contestación en quienes piensan que tales normas sólo benefician a los “empresarios” de tales negocios y fomentan el proxenetismo.

A raíz de esta cuestión, el Gobierno de la Comunidad Valenciana ha anunciado a su vez la elaboración de normas que antes del final del 2002 intentarán la prohibición de la prostitución callejera y su absorción en el mercado laboral mediante la reinserción social.

La prostitución ha sido recientemente considerada como “una actividad económica más, cuando es ejercida de forma independiente”, según sentencia del 20 de noviembre del 2001, dictada por el Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea. Quizá dicha sentencia haya llevado a estas comunidades a plantearse la necesidad de acometer una reforma legal que consideramos obligatoria.

La sentencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea concluye que la única exigencia requerida es que “el servicio se preste bajo responsabilidad propia, sin vínculos de subordinación, y a cambio de una remuneración abonada íntegra y directamente”. Quiere ello decir que el alto tribunal avisa contra la mediación de chulos y mafias, todo ello con palabras que más se nos antojan una declaración de buenas intenciones que un condicionante eficaz.


¿Acabar con la prostitución?

Por mucho que se empeñen los políticos, mientras haya un hombre necesitado habrá una prostituta. No vale de nada la prohibición, sólo la regulación, con Seguridad Social y cartilla sanitaria incluida, porque, como ya dejó escrito Moratín, que sabía de qué se hablaba…

“...Si hay algún modo de extinguir las putas
es sólo no pagarlas: mil oficios
y fábricas insignes se perdieron
luego que su labor sin premio vieron”





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